Recién en
el siglo XIX los trastornos mentales comenzaron a ser tratados científicamente
como enfermedades. Hasta entonces, las personas que sufrían enfermedades
mentales eran encerradas en asilos y recibían distintos tratamientos con la
intención de restituirles la razón.
El alemán
Emil Kraepelin (1856-1926) suele ser mencionado como el padre de la psiquiatría
y el responsable de incluir a esta ciencia dentro del ámbito de la medicina. A
partir de sus aportes, la psiquiatría comenzó a considerar tanto los factores
psicológicos y sociales como las cuestiones biológicas en el tratamiento de los
pacientes. Los tratamientos psiquiátricos, por lo tanto, pueden dividirse en
dos grandes tipos: los biológicos, que pueden incluir el suministro de
medicinas y la aplicación de electroshock para actuar en la bioquímica del
cerebro, y los psicoterapéuticos, que apelan a las técnicas de la psicología.
La
psiquiatría cuenta con varias subespecialidades, como la psicopatología (que
estudia los procesos que pueden llevar a la insanía mental), la
psicofarmacología (dedicada al análisis de los efectos de los fármacos en los
tratamientos conductuales, emocionales o cognitivos) y la sexología (el estudio
esquemático de la sexualidad humana).
Se conoce
como antipsiquiatría al conjunto de teorías y posturas que consideran que la
psiquiatría tradicional no es beneficiosa ya que utiliza conceptos médicos
inadecuados, está vinculada a los intereses económicos de las farmacéuticas,
estigmatiza a sus pacientes y hasta trata a las personas contra su propia
voluntad.
Después
de ver el vídeo tenemos la opción de menospreciarlo totalmente abogando a la
manipulación de datos y declaraciones fuera de contexto que aparecen, pero me
parece más oportuno e interesante reflexionar acerca de nuestra especialidad
rescatando algunas de las críticas que se nos realiza. No podemos olvidar que
algunos de los mensajes que se lanzan (y de los que se nos acusa) forman parte
en cierto grado de la opinión pública y nos los vamos a encontrar en nuestra
consulta a modo de resistencias o cuestionamientos a nuestros tratamientos, por
lo que nos parece doblemente instructivo pensar sobre ello. Para empezar, en lo que respecta al tema de
la manipulación, podríamos plantearnos en qué difiere un vídeo de estas
características con la información emitida por los medios de comunicación
habituales y respetables que consumimos diariamente No debemos olvidar que toda
información que se nos ofrece está en cierta medida sesgada y que es importante
conocer a qué grupo empresarial pertenece el medio de comunicación para así
“filtrar” sus intereses de la propia noticia.
Y justo
en este punto, creo que encontramos nuestra propia falacia. Deberíamos
preguntarnos y replantearnos ¿cuál es el objeto de atención de la Psiquiatría?
Estamos inmersos en el paradigma médico (biologicista) en el que se considera
que existen enfermedades mentales objetivables y identificables de manera
similar a como se puede diagnosticar un infarto de miocardio o el asma, pero
obviando el hecho de que desconocemos la fisiopatología y patogenia de dichas
supuestas enfermedades y por lo tanto agrupamos una serie de criterios (suma de
síntomas y condiciones) para llegar a un diagnóstico. Los que nos dedicamos a
la clínica somos conscientes de que nuestros pacientes acuden para aliviar su
sufrimiento y de que ése precisamente es el foco principal de todas nuestras
intervenciones: paliar el sufrimiento humano. Si insistimos en el modelo médico
y utilizamos su terminología nos encontraremos atrapados en un dilema: ante la
pregunta de ¿cuántas curaciones hemos obtenido? nos quedaremos sin argumentos
porque el concepto de curación de la medicina general no es extrapolable a
nuestra especialidad. Por ello, deberíamos reformular lo que se entiende por
curación en Psiquiatría.
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